El dentista que pone sonrisas a los más desfavorecidos

Ago 06 de 2019 0
Christian Vargas es el fundador de Les 1001 Dents.

En esta particular clínica dental solidaria se atiende a personas sin recursos y los que acuden pueden agradecer esta ayuda con horas en un banco del tiempo. Porque no se trata de dar limosna, sino de generar un cambio

Atención, pregunta: que levante la mano aquel a quien le guste ir al dentista, aunque sea para una revisión; no digamos si es para un empaste o un implante. Sí, es una de las visitas que hacemos con más temor, y no solo por el tema del bolsillo. Salvo que usted se llame Teresa Toledo, en cuyo caso irá al dentista de mil amores. ¿Quién es ella?

Teresa Toledo tiene 51 años y vive en Barcelona. Hace un tiempo, apenas salía a la calle. En los servicios sociales del Ayuntamiento le habían dicho que el estado de sus dientes era uno de sus principales problemas de autoestima. Había pedido varios presupuestos para arreglar su maltrecha dentadura, pero le pedían 18.000 euros, una cifra que no podía pagar con su pensión de 640 euros por incapacidad total. Los años pasaban, los dientes seguían en mal estado y Teresa no salía de casa, ni mucho menos, sonreía.

Hasta que conoció la clínica de Christian Vargas, Les 1001 Dents. En esta particular clínica hay dos entradas, una para los que pueden pagar los tratamientos dentales y otra para los que no. Y, como si de un genial truco de prestidigitador se tratase, lo que unos abonan por sus visitas al odontólogo sirve para sufragar la felicidad de los que lo han perdido casi todo. Hasta la sonrisa.

 

El equipo de Christian, trabajando.

El equipo de Christian, trabajando. Cedida por Les 1001 Dents

 

Uno de los pacientes sin esa sonrisa era José. Cuando le derivaron, a través de la asistente social, a la clínica de Vargas, no se imaginaba que saldría de ella, varios meses después, con lo que allí denominan el Ferrari de la dentadura: “Llevo 16 implantes, que pueden rondar los 25.000 euros. Esta sonrisa sirve para comer de todo. Todo eso que sale en el anuncio de la tele. Yo digo que me puedo comer hasta una barra de hielo”, comenta.

De África al barrio de Gràcia

El ideólogo de este proyecto es el doctor Christian Vargas, implantólogo y especialista en cirugía oral. Vargas crea sonrisas, arregla bocas y, de alguna forma, arregla almas. Él quería ser médico: “El hecho de curar a la gente me gustaba mucho. Pero luego pensé que me gustaría más cuidar a los animales, y fui más hacia la veterinaria. Me gustaban la naturaleza, los animalitos… hasta que alguien me hizo el comentario de: ‘¿Sabes que si eres veterinario en algún momento tienes que sacrificar a los animales?’. Y respondí: ‘No, no’. Y no sé qué asociación de ideas hice entre veterinario y médico, y me pasé a dentista”.

Vargas siempre fue una persona de deportes de equipo, de trabajar con otros y, también, de meditar: “En un momento uno se da cuenta y dices: ‘Ostras, ¿esto que he estudiado además no podría servir para otras personas?’. Entonces te preguntas: ‘¿Por qué no llevar la odontología a lugares en los que quizás las personas no tienen ese mismo acceso?. Montemos una ONG, puramente dental, y que nuestra idea sea llevar la odontología en forma de camioncitos dentales a poblados”.

 

Christian Vargas. Christian Vargas. Somos 5
 

Y de esta forma recaló en lo desconocido: África. “Fuimos a tres países del continente. Coger un camioncito, montarle una silla dental, 10 amigos y decir: ‘Venga, ahora cruzamos Marruecos, Sáhara, Mauritania y hasta Senegal... y por donde vayamos podemos ir atendiendo a la gente’. Era como descubrir un continente nuevo”. Y se les dio bien, tan bien que acabó fundando la ONG Acción Planetaria para proyectos internacionales especializados en tema dental, pero también de desarrollo, con especial énfasis en el tema de la educación y de los niños.

Pero ya conocen el dicho, “dar un pez o enseñar a pescar”. Ante lo inabarcable de las necesidades en ciertas zonas de África y la frustración de no llegar a más, en uno de los pueblos en los que estaban arreglando bocas decidió enseñar nociones básicas de odontología, proporcionando formación básica entre la población local: “Es muy importante que todos tengamos una actitud muy proactiva, hagamos cosas más allá de esperar un resultado o no”.

Esas cosas que él fue haciendo por el continente africano le animaron a hacer otras, esta vez en Barcelona. “Después de nueve años haciendo proyectos internacionales, llega un momento en el que cada vez que vuelvo a casa el comentario, o lo que sale en la mesa, es: ‘Bueno, tú te vas fuera, pero verdaderamente aquí en casa hay gente que tiene situaciones, que vive mal o tiene problemas”. Y así es como nace la clínica Les 1001 Dents: “Son 1.001 dientes como las 1.001 noches. Cuando hacemos viajes con la ONG pensamos: ‘¿Y cuántas muelas habremos sacado?’. Entonces parecen mil, dos mil, siempre pensamos, las 1001: una, nos falta una más”.

Cadena de favores

En la clínica de la parte privada trabajan 14 profesionales mientras que en la solidaria hay dos personas y el resto son voluntarios. El 13% del beneficio obtenido por los tratamientos convencionales se destina a los pacientes de la clínica solidaria. Pero la cadena solidaria no termina ahí: los pacientes que reciben tratamientos solidarios deben devolver esa buena acción echando una mano en lo que puedan a un banco del tiempo. De esta forma, la cadena de favores sigue su curso.

Puerta de entrada a Les 1001 Dents en Barcelona. Puerta de entrada a Les 1001 Dents en Barcelona. Pepo Jiménez
 

Pero volvamos al concepto de “enseñar a pescar”. No se trata de aceptar a personas sin recursos, sin más. Se trata de dejar huella, de movilizar al personal para que haga algo, lo que sea, lo que pueda. No se trata, en definitiva, de dar limosna, sino de iniciar un cambio. “Elegimos a los pacientes que, además de no tener recursos, apuestan por sí mismos, que quieran hacer algo por ellos mismos, que no se conforman porque la cosa me ha ido mal. A estos, con gusto y con ganas, les atendemos, les cuidamos, pero queremos que sea un motor y que además pueda contagiar a gente para que se anime a hacer cosas solidarias... En el mundo del dinero aceptamos que no pueden pagar, pero en el mundo de la actitud, seguro que pueden hacer algo para costeárselo. Cualquier cosa la vamos a hacer, la vamos a valorar con una medición de banco del tiempo, que tiene un máximo de 30 horas. Nunca nadie hará más de 30 horas para costearlo”, explica Vargas. Como José, el de la dentadura Ferrari.

Un encuentro enriquecedor

Lo realmente bonito de esta iniciativa, más allá de volver a hacer sonreír a personas que quizás hayan olvidado los motivos para hacerlo, es el encuentro entre dos mundos, el de las dos puertas. En las fiestas que se montan para conmemorar el nacimiento de la clínica (porque no todo va a ser sacar dientes, también hay que festejarlo), se forjan amistades. “Hay amistades de la parte social y de la parte privada que estoy convencido de que nunca se hubieran reconocido en la calle y ha sido en este pasillo. Y se reconocen”, explica Vargas.

No hay nada como los encuentros para desterrar prejuicios. Y siempre, con una sonrisa. En la clínica, que se les ha quedado pequeña, atienden a unas 3.500 personas en la parte social, y prácticamente la misma cifra en la privada. Están valorando nuevas aperturas, porque cuando el cambio se inicia, es imparable.

Fuente: elpais.com

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