A nivel mundial, las enfermedades bucales son las más prevalentes de todas las enfermedades no transmisibles.1 La sabiduría convencional suele equiparar la odontología y la prestación de atención de la salud bucal con una buena salud bucal. Como gran parte de la atención sanitaria, el tratamiento dirigido a lograr la salud bucal con frecuencia se centra en el manejo y tratamiento de los síntomas de enfermedades crónicas como la caries y la enfermedad periodontal. El sistema de atención sanitaria en los Estados Unidos, y en la mayoría de los países, se rige en gran medida por el tratamiento de enfermedades existentes más que por concentrar los recursos destinados a lograr la salud. En el caso de muchas enfermedades, incluidas la caries y la periodontitis, el equilibrio entre la salud y la enfermedad depende de una plétora de factores diversos, incluidos los determinantes biológicos, psicológicos, sociales y ambientales. Para las personas con menor riesgo de enfermedad, el tratamiento dirigido a la prevención puede, de hecho, traer salud. Para las masas que desarrollan enfermedades bucales, el camino hacia la salud puede ser un desafío en el mejor de los casos e inalcanzable en el peor. Aunque la comprensión de la patogenia y los mecanismos subyacentes de las enfermedades ha avanzado, identificar el riesgo de una persona de desarrollar una enfermedad bucal sigue siendo un desafío. Implementar intervenciones efectivas es un enigma aún mayor.