Así es el agite de los médicos voluntarios de Alas para la Gente

Ago 25 de 2018 0
Se agolpa la comunidad y en dos horas se acaban las fichas para Odontología

Mientras la mayoría de citadinos apenas comienza a arreglarse para ir a sus lugares de trabajo, ellos arriban al Comando Aéreo de Transporte Militar (Catam). Algunos lo hacen sin desayunar y con el antojo de un café para el frío de las 5 de la mañana. No les pagan, no esperan nada a cambio, solo los anima el deseo de ayudar, de aliviar las dolencias de quienes tuvieron por designio nacer y crecer en una tierra repleta de carencias.

Despega el avión de la Policía Antinarcóticos y el grupo de médicos de la Fundación Alas para la Gente ya tiene claro su próximo destino: Tumaco (Nariño).

Después de una parada en Cali para tanquear la aeronave, se llega a este municipio, protagonista a diario de noticias relacionadas con bandas criminales, narcos y pobreza; donde el sabor de la población afro que baila al ritmo de salsa choque contrasta con la violencia de un territorio plagado de cultivos de coca y en constante disputa por el poder.

Luego de un viaje en camión, desde el que los galenos observan la inmensidad del océano Pacífico y las casas de madera con techos zinc a su alrededor, dejan sus maletas a un lado y, en 20 minutos, comen para cargar energías. De inmediato, fonendoscopios en mano, los voluntarios se dirigen a una escuela del sector de la Ciudadela, llamada Ciudadela Tumac –sin la o– en donde los esperan con ansias decenas, cientos de pacientes.

Con la ayuda de estudiantes que los reciben con sonrisas de oreja a oreja y que transmiten esperanza en medio de la adversidad, propias de las comunidades raizales, alistan todo para hacer de los salones sin ventanas consultorios médicos improvisados.

Se agolpa la comunidad y en dos horas se acaban las fichas, no solo para medicina general sino para cada una de las especialidades: optometría, otorrinolaringología, medicina alternativa e interna, pediatría, ginecología y odontología.

“Esta es una zona vulnerable en la que no todos tienen acceso a médicos especialistas. Por eso, tan pronto me enteré de la brigada agradecí al altísimo y le informé a los padres de familia. Algunos, incluso, pidieron permiso en el trabajo”, comenta Martha Castillo, profe de segundo grado, quien agrega que no cambia el ser docente, pues es ‘elegantísimo’, aun cuando educar en zonas marcadas por la violencia tiene un doble sacrificio, un par de canas más.

Los estudiantes que todavía permanecen en clases se asoman en las ventanas, sonríen, posan y saludan a los foráneos.

"Esta es una zona vulnerable en la que no todos tienen acceso a médicos especialistas"

Esfuerzo

Mientras Rubiela Cardona, odontóloga, hace hasta lo imposible por trabajar sin luz –pues la conexión eléctrica se la roban cada nada, según padres de familia– su colega, Fernando Niño, extrae una muela a una de sus pacientes. Termina el procedimiento y advierte: “Lo importante, más que tratar una caries o tapar un hueco, es educar y promover una buena salud oral”. Sus palabras, de cierto modo, chocan con una realidad de Tumaco: no todo el municipio cuenta con un sistema de acueducto.

Para cuando el ‘doc Niño’ termina de hablar, Rubiela, emocionada y con su acento medio paisa, medio rolo, lo llama: “Camine pues, ya las policías nos consiguieron una planta eléctrica para trabajar mejor”.

Al lado izquierdo del aula, en el consultorio de pediatría, el doctor Germán Rojas, junto con las médicas Ximena Alaguna y Helena Arango, atienden a los infantes con la vocación de todo médico, pero con el cuidado de un padre hacia su hijo.

Buena parte de los pacientes llega con diarrea, ya que el agua no es potable y no la hierven para el consumo. Además, no se les enseña a los niños la importancia del lavado de manos, por lo que se acrecienta el problema”, explica Laguna.

Al igual que ellos, cada uno de los profesionales en salud hace lo suyo, pese a las dificultades, y utilizan los pupitres como camillas y los tableros como cortinas para proteger la intimidad de sus pacientes.

Daniel Jiménez y Karen Mesa, a falta de luz para adelantar procedimientos de ginecología, utilizan el carisma propio de los jóvenes y el don de la palabra para impartir clases de educación sexual. El jefe de enfermería, Andrés Hernández, los apoya en la causa, pues allí es común encontrar niñas de 14 años embarazadas.

Por su parte, el doctor Carlos Bustamante hace de la medicina alternativa su arma contra el estrés y las cargas propias de las vidas de quienes habitan en el Pacífico, ‘macheteando’ o construyendo para ganarse la vida. Mientras tanto, Luis Manuel Vázquez, el ‘otorrino’, trata el dolor de oído de sus pacientes.

Santiago Giraldo, internista, sigue siendo el que más personas atiende; por supuesto, no podría solo con tanto trabajo y por eso cuenta con el apoyo de Marilyn Burgos y Catalina Duque en medicina general.

Marcos Polanía, o Marquitos, para sus viejos conocidos, reparte a diestra y siniestra los medicamentos formulados. La frente se le humedece mientras la fila para reclamar se alarga. Cada quien recibe lo suyo sin importar edad, género ni condición social. Es gratis.

Los optómetras Giovanni rojas, Dayanira Ordóñez y Paula Acevedo son los que más tarde acaban, luego de ayudarles a más de uno a creer en un mundo mejor, un Pacífico que resuelva la ausencia de Estado.

Mateo Arjona, director de la Fundación, debe ser quien más desgasta la suela de sus zapatos, toda vez que se le pasa de aquí para allá, de un consultorio improvisado a un laboratorio ingeniado sobre la marcha, escuchando a los profesionales y dirigiendo esta orquesta de voluntariado. Su gestión es clave para que todo marche bien. El ideal es atender al mayor número de personas de bajos recursos.

Al caer la tarde y finalizar la jornada, una cerveza o una limonada es el alivio para el cansancio colectivo; eso sí, dentro del hotel. Por problemas de orden público hay locales que, incluso, prefieren no abrir después de las ocho de la noche. A veces sobrevienen a las balaceras.

El día después

Son las ocho de la mañana y la brigada comienza su segundo día de labores. Lo mismo hace la dirección de prevención de la Policía Nacional de Antinarcóticos, que se fue al sector El Morrito para contagiar de música, baile y risas a los ‘pelaos’ de la zona, así como a sus mamás, tías y abuelas.

Bailaron con ellos, resaltaron la importancia de estudiar, brindaron un show de clown y realizaron una jornada de recolección de basura en una de las playas. Lo propio hicieron, después de mediodía, en el Colegio Ciudadela Tumac.

Pasadas 48 horas desde su llegada las cifras hablan por sí solas: 830 consultas y 320 procedimientos cumplidos. A esto se suman risas, abrazos, ojeras, apretones de manos y la satisfacción de la misión cumplida. Invaluables. En esta ocasión, la brigada se ejecutó gracias al apoyo de la Policía Nacional Antinarcóticos, EL TIEMPO Casa Editorial y la Alcaldía de Tumaco.

Alas para la gente’ lleva 15 años volando a lugares recónditos con el fin de brindar atención en salud a los necesitados. Arjona continúa hoy con el legado de su padre, ‘el Capi’ Camilo, quien hace tres lustros consiguió que un puñado de voluntarios tuviera una razón para devolverle a la vida lo que ella hizo por ellos: convertirlos en médicos.

* En medicina interna se realizaron 81 consultas; en medicina general, 151 consultas; medicina alternativa, 52 consultas; ginecología, 69 consultas; 42 ecografías; citologías, 28 consultas y 28 procedimientos; pediatría, 184 consultas; odontología, 59 consultas y 279 procedimientos; otorrinolaringología, 90 consultas y 13 procedimientos; optometría, 76 consultas; charlas de educación sexual, 40.

Fuente: CARLOS ANDRÉS CUEVAS
Redacción EL TIEMPO ZONA


 

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